Pasamos muchas horas en el trabajo. Por ello, un equipo profesional y buenos compañeros son la fórmula perfecta para que en tu oficina reine un clima laboral saludable. Sin embargo, no siempre es así. Cada empresa es única, pero en todas ellas conviven personas que cumplen determinados roles. En toda oficina existen los siguientes tipos de empleados:
- Conciliador. Es un líder nato, los demás compañeros lo ven como un modelo a seguir. Actúa como buen mediador ante conflictos y siempre está dispuesto a ayudar a los demás.
- Tóxico. Es un impulsor de la negatividad en la empresa. Suele ser conflictivo, manipulador y maquiavélico, ya que para él el fin justifica los medios.
- Vago. Intenta hacer lo mínimo posible. Cada vez que puede se escaquea y endosa su labor a otra persona.
- Controlador. Es un jefe que no genera confianza, ya que no permite cierta libertad o flexibilidad para beneficio de sus trabajadores. Suele ser duro y muy estricto.
- Negativo. Tiene una excesiva carga de negatividad y baja autoestima. Siempre piensa que todo lo que hace está mal.
- Pelota. Halaga a los jefes regalándoles los oídos para ganarse su confianza y obtener algún beneficio.
- Machista. Consideran ciertas labores propias solo de mujeres, siempre en tono despectivo. Tienen una mentalidad muy antigua y el progreso en la empresa del sector femenino se verá perjudicado si la empresa está en manos de este ‘espécimen’.
- Sabelotodo. Es engreído, soberbio, pedante, piensa que lo sabe todo. Perjudica el trabajo en grupo.
- Workaholic. Adicto al trabajo. Es el primero en llegar a la oficina y el último en irse. Además, se lleva trabajo a casa. Le dedica un tiempo excesivo a su labor profesional y se siente mal si no lo hace.
- Lento. Es ineficiente, puede triplicar el tiempo medio que requiere el desempeño de una función. Parece que trabaja a cámara lenta y es capaz de desesperar a personas dotadas de gran paciencia.
Seguro que tras terminar de leer estas líneas has identificado a muchos de tus compañeros. El director de nuestra Fundación, Roberto Martínez, trata, de forma muy irónica, el tema en su blog. Échate unas risas.