Nuestro entorno está completamente digitalizado y se trata de una oportunidad que nos facilita la tecnología para avanzar en el equilibrio de la vida personal y laboral de los colaboradores. Y para ello ya se han puesto en marcha políticas de teletrabajo y flexibilidad en muchas organizaciones. Pero también ha surgido la idea de smart working.
Además de ofrecer una mayor eficiencia a los colaboradores y una mejora en productividad para las empresas, el smart working, junto con la flexibilidad y el teletrabajo, supone un auténtico ejercicio a favor de la conciliación. Por tanto, ayuda en la selección de empresas, como factor decisivo.
A su vez, implantarlo en las compañías supondría un perfeccionamiento de la comunicación interna de todo el equipo y un ahorro de costes y gastos en mobiliarios.
Es un hecho que establecer el smart working como metodología de trabajo implica retos y un cambio en la filosofía de las empresas. Pero sería un error obviar la transformación digital y dejar a un lado el nuevo modelo flexible. De hecho, siguen existiendo organizaciones que piensan que la cantidad de horas trabajadas es mejor que la calidad del trabajo desarrollado, haciendo que les sea imposible avanzar.
La cultura organizativa, la confianza, los estilos de dirección y la orientación al logro, serán claves para comenzar a alcanzar el éxito del smart working y cumplir objetivos.
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